JESÚS expone el narcisismo y llama a los fariseos ‘hijos del diablo‘

Juan 8 es un capítulo donde se revela no solo la dureza de corazón de los fariseos, sino también la batalla espiritual entre la verdad y la mentira. Jesús pone en evidencia las intenciones maliciosas de los fariseos, llenas de orgullo, incredulidad y odio.

En esta porción de la biblia observamos perfectamente el narcisismo religioso de los fariseos, orgullo, arrogancia, soberbia, obsesión por el poder y la apariencia, que son precisamente las razones que les impiden aceptar a Jesús y su mensaje. 

Las interacciones entre los fariseos y Jesús dejan entrever algunas rasgos narcisistas tales como: manipulación, falta de empatía  hipocresía, rechazo a la verdad, arrogancia, proyección y, finalmente, la violencia. 

Al mismo tiempo Jesús expone las intenciones del corazón que muchas veces buscan el control, admiración, poder y fama.

Las intenciones ocultas en el caso de la mujer adúltera

En los versículos del 3 al 11 vemos a los fariseos arrastrando a una mujer sorprendida en adulterio, la arrojaron delante de todos, frente a Jesús.

Este era un acto de manipulación, una táctica oscura para atrapar a Jesús en un dilema. Si la perdonaba, desobedecía la ley; si la condenaba, ¿dónde quedaba su compasión? Pero para los fariseos, la mujer no era más que una herramienta, una pieza en su juego narcisista.

Javier Samayoa lo explica así: “Los fariseos no estaban interesados ni en la mujer ni en la justicia, sino en atrapar a Jesús con sus propias palabras. Esto en sí nos habla de hipocresía y  maldad. Por qué no trajeron al hombre involucrado en el adulterio?… esto solo revela su doble moral, legalismo y falta de justicia verdadera”.

Este incidente era solo una fachada para encubrir sus propias injusticias. La justicia de Dios no se trata solo de castigo, sino también de misericordia y verdad. La trampa que los fariseos tendieron estaba motivada por su deseo de destruir a Jesús y mantener su poder. Esta situación trágica la usaron para hacer caer a Jesús. Pero Jesús no cayó en la trampa.

¿Por qué los fariseos tendrían empatía por aquella mujer cuando de todos es sabido que un narcisista no siente empatía?. La mujer no era más que una herramienta para su agenda egoísta. Cuantas veces hemos visto a personas utilizar a otros, no con amor, sino como objetos?

Mientras Jesús escribía en el suelo la tensión crecía. ¿Qué escribía?… Entonces, levantándose, pronunció palabras que desarmaron a sus oponentes: ‘El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra’. El silencio fue ensordecedor. Uno a uno, los fariseos comenzaron a retirarse. ¿Por qué? Porque sus corazones estaban llenos de pecado, pero su fachada pública era de perfección. Al enfrentarse a la verdad, su hipocresía fue expuesta.

Cegados por el orgullo

Después de esto Jesús se dirigió a la multitud y declaró: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (v.12)

Pero los fariseos, cegados por el orgullo, se negaron a ver la luz. Prefirieron las tinieblas de su autosuficiencia y poder, otra clara evidencia de su narcisismo. El narcisista prefiere su propia realidad incluso si esta está construida sobre mentiras, porque la luz expone lo que él más teme: su verdadero ser.

Cuestionando la autoridad de Jesús

Los fariseos dijeron a Jesús: ‘Tu testimonio no es válido’ (v.12). Esta era una nueva provocación. Ahora estaban desafiando Su autoridad. No importaba lo que él dijera, su orgullo les impedía escuchar. ¿ Cómo podría este hombre, sin títulos ni posición, atreverse a enseñarles? En su arrogancia, no podían aceptar que alguien más tuviera una verdad que ellos no poseían.

“Y es que el narcisista no puede tolerar la autoridad de los demás, especialmente si esa autoridad desafía su estatus. Prefiere desacreditar al otro antes que reconocer su propio vacío interior”, comenta Samayoa.

Jesús revela su divinidad (v. 21-30)

Aquí de nuevo se pone de manifiesto la arrogancia y soberbia de los fariseos. Rechazaron contundentemente las declaraciones de Jesús.

‘¿Va a suicidarse?’, dijeron con tono burlesco. El sarcasmo y la incredulidad fueron sus respuestas. No podían comprender ni aceptar que Jesús hablaba desde una realidad más profunda. Su rechazo era más que una simple falta de comprensión, era una manifestación de su orgullo herido.

“El narcisista no puede aceptar la verdad que desafía su visión del mundo. En lugar de abrirse al conocimiento, lo rechaza con desprecio, porque admitir que está equivocado sería su ruina”

Jesús les dijo a los que creían en él: ‘Si permanecen en mi palabra, conocerán la verdad, y la verdad los hará libres’.

Los fariseos, al escuchar esto, respondieron: ‘¡Nunca hemos sido esclavos de nadie!’ Nuevamente su orgullo no les permitió ver su verdadera condición. Estaban esclavizados por su pecado y su ego, pero se negaban a admitirlo.

“Recordemos que el narcisista no puede admitir su necesidad de liberación, porque eso implicaría reconocer su debilidad. Se aferra a su falsa libertad, ignorando que está atrapado en sus propias cadenas”

Cuando Jesús les dijo que no eran hijos de Abraham en un sentido espiritual, los fariseos explotaron en ira. Obviamente. No podían tolerar la idea de que su identidad, basada en el linaje físico, no los justificaba delante de Dios.

‘Claro que somos hijos de Abraham’, reclamaban. Pero Jesús los confrontó directamente: ‘Ustedes son de su padre, el diablo’.

Esta declaración del mismo Jesús a los fariseos son palabras duras pero fundamentales para entender no solo el origen espiritual de narcisistas y psicópatas sino también el hecho de que libramos en la tierra una batalla espiritual entre la luz y la oscuridad, entre la verdad y la mentira, entre los hijos de Dios y los hijos del diablo.

Jesús no solo confronta a los fariseos en términos morales o éticos, sino que revela la fuente espiritual detras de su comportamiento narcisista. La expresión “ustedes son de su padre el diablo” muestra que el narcisismo no es solo una cuestión de personalidad, sino una expresión de alineación con el reino de las tinieblas. Aquí es donde el narcisismo se convierte en una herramienta del enemigo para esclavizar a las personas, cegándolas a la verdad.

Proyección narcisista

En ese momento, los fariseos, en lugar de aceptar la verdad, proyectaron sus propias motivaciones maliciosas sobre él y acusaron al maestro en ese momento de tener un demonio. Los fariseos, en lugar de examinarse, acusaron a Jesús de lo que en realidad reflejaba su propio estado: ser esclavos del pecado y las mentiras.

“El narcisista proyecta una imagen falsa, pero detrás de esa imagen hay orgullo y maldad. Los fariseos, como hijos del diablo, preferían las mentiras que alimentaban su ego, antes que la verdad que los exponía”.

Los fariseos enloquecen

Finalmente, Jesús les dijo algo que desató aún más su furia: ‘Antes de que Abraham naciera, Yo Soy’. Esta declaración, que revelaba su divinidad, los hizo enloquecer,  tomando piedras para arrojarle.

Y es que cuando el narcisista es confrontado con la verdad de una manera que no puede refutar, su única respuesta es la violencia o la destrucción.

Los fariseos, en su impotencia ante la verdad, recurrieron a la violencia.

“Cuando el/la narcisista ve acorralado y expuesto, responde con odio y violencia. Cuando ya no puede controlar la narrativa, busca destruir a quien le amenaza”.

Conclusión

La historia de Jesús y los fariseos es más que una confrontación religiosa. Es un espejo que nos muestra lo que hay en aquellos que viven con un corazón hinchado y un narcisismo a flor de piel.

Los fariseos, con sus túnicas y autoridad, no eran más que hombres esclavizados por su ego. Esa es la razón por la cual Jesús, la luz del mundo, vino a desenmascarar sus mentiras. Nuestras acciones revelan de quién somos verdaderamente: O hijos de Dios. O hijos del enemigo.

Juan 8 nos invita a elevar nuestra comprensión más allá de las categorías psicológicas como el narcisismo para ver lo que realmente está en juego: una batalla espiritual.

Los rasgos narcisistas que observamos en los fariseos —el orgullo, la manipulación, la falta de empatía y el deseo de control— no son simplemente características humanas, sino síntomas de una condición espiritual más profunda.

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