JUAN 3: ¿Fue Nicodemo un narcisista?

El Evangelio de Juan no describe explícitamente a nicodemo como un narcisista, ni es retratado como una figura arrogante o despiadada, sin embargo, es posible, que como fariseo haya desarrollado actitudes narcisistas como el resto de sus colegas, tales como el orgullo, el sentido de superioridad, la falta de empatía, el deseo de reconomiento y el enfasis en las apariencias externas.

El legalismo de Nicodemo, como del de muchos fariseos, habría llevado a una vida espiritual externa, pero sin una transformación interna del corazón. Aunque él se consideró justo, probablemente no vio la necesidad de un cambio radical en su vida hasta que se encontró con Jesús quien desmanteló su entendimiento superficial de la salvación y lo confrontó con la necesidad de un nuevo nacimiento.

¿Quién es Nicodemo?

Nicodemo fue en los tiempos de Jesús un fariseo y miembro del Sanedrín, el consejo supremo judío encargado de asuntos religiosos y legales en Israel bajo la supervisión romana. Los fariseos, como grupo religioso, eran conocidos por su profundo apego a la Ley de Moisés y sus tradiciones. En muchos casos, por su carácter legalista que a menudo cruzaba los límetes de la hipocresía.

Siendo parte de esa secta, Nicodemo no solo representaba a un fariseo típico, con su orgullo en el cumplimiento de la ley y su estatus social, sino también a alguien atrapado en una mentalidad que valoraba más las apariencias y el reconocimiento humano que la transformación espiritual.

El encuentro con Jesús

El encuentro de Nicodemo con Jesús, registrado en Juan 3, es un punto de quietud. Jesús no se limita a hablar de principios teológicos abstractos, sino que le presenta a Nicodemo la necesidad urgente de un cambio interno profundo, uno que no podía lograrse mediante el cumplimiento externo de la ley. El nuevo nacimiento propuesto por Jesús es un llamado a una transformación radical del corazón, una que trasciende las prácticas externas.

Cuando Jesús le habla sobre el nuevo nacimiento, Nicodemo se enfrenta a una de las lecciones más dificiles para un fariseo: el legalismo no es suficiente. Para entrar al reino de Dios, no basta con la obediencia externa a la ley, sino que es necesario un nacimiento del Espíritu. Esta es una llamada a la humildad, a reconocer que ni el conocimiento ni la observancia religiosa son suficientes para la salvación.

“El agua” y el “Espíritu” mencionados por Jesús simbolizan una purificación interna, que es esencialmente lo opuesto al enfoque legalista de Nicodemo. Jesús lo desafía a dejar a trás su orgullo por su conocimiento y estatus religioso, y abrazar una nueva forma de relacionarse con Dios.

Esta conversación con Jesús pudo haber sido humillante para Nicodemo, un hombre de alta posición religiosa, porque Jesús le dijo, en efecto, que todo su esfuerzo religioso no había sido suficiente para ver el reino de Dios. Este fue un golpe directo al narcisismo espiritual, que por cierto, caracteriza a muchos fariseos modernos.

La conversión de Nicodemo

Aunque el Evangelio no describe explícitamente la conversión de Nicodemo, sus acciones posteriores sugieren un cambio importante en su vida. Su defensa pública de Jesús en el Sanedrin (Juan 7:50-51) y su participación en el entierro de Jesús (Juan 19:39-40) indican que Nicodemo abandonó gradualmente el enfoque legalista y narcisista de la religión y abrazó a Jesús como el Mesías.

El caso de Nicodemo es, por lo tanto, un poderoso testimonio de cómo el amor y la gracia de Dios pueden quebrantar incluso el orgullo más arraigado y tranformar a una persona desde adentro hacia afuera.

Javier Samayoa comenta que “el punto más importante de esta historia no es si Nicodemo era o no un narcisista. Lo más importante es que el fue salvo mediante la gracia transformadora de Cristo. Este caso ilustra que no importa cúan narcisista, endurecido o perdido esté alguien, la gracia de Dios es suficiente para salvar incluso al más orgulloso y al más indiferente”.

La salvación es una obra de Dios

La historia de Nicodemo es un recordatorio poderoso de que la salvación es obra de Dios y no depende de la capacidad o mérito humano. En otras palabras, nadie, ni siquiera los narcisistas, pueden salvarse por sus propias fuerzas. La escritura enseña que ningún ser humano pude salvarse por su propio esfuerzo, ni siquiera alguien con buenas intenciones. Mucho menos aquellos con un corazón endurecido, como los narcisistas o los psicopátas.

En el caso de Nicodemo, el no se salvó por sus fuerzas ni porque tuviera una disposición natural al arrepentimiento. Fue Dios quien inició la transformación en su vida, como lo hace con todos los creyentes.

Jesús le explicó al mismo Nicodemo que la salvación es obra del Espíritu. (Juan 3:8).

El nuevo nacimiento pues no depende del hombre, sino del Espíritu Santo, quien regenera y pone el querer como el hacer, incluso hasta en los corazones más duros.

Nicodemo no buscó a Jesús por pura iniciativa personal; el Espíritu ya estaba obrando en su vida, provocando inquietud y curiosidad espiritual. Nicodemo fue atraído a Jesús no porque fuera un fariseo más justo o menos narcisista que los demás, sino porque Dios estaba obrando en su corazón.

¿Esperanza para narcisistas y psicópatas?

Narcisistas y psicopátas enfrentan barreras inmesnas para el arrepentimiento porque el narcisismo se centra en el “Yo”. El narcisista al depender de su autoimagen tiende a creer que no necesitan salvación porque se ve a sí mismos como “suficiente” o “superior a los demás”. Este orgullo extremo es un obstáculo enorme para que se produzca el arrepentimiento.Por su parte, el psicopata carece de empatía. Este rasgo difulcuta sentir genuino remordimiento o compasión, elementos clave en el arrepentimiento .

Sin embargo, Dios no está limitado por la dureza del corazón humano. Lo que parece imposible desde una perspectiva humana es completamente posible para El (Lucas 18:27).

Dios puede salvar a todos. De hecho su deseo es que nadie se pierda. Que nadie perezca. Dios puede salvar al narcisista y al psicopáta, porque la salvación depende completamente de su gracia y poder transformador.

El narcisismo es una forma extrema de egoísmo y orgullo, pero no es más fuerte que el poder del Espíritu Santo. Si Dios pudo salvar a Nicodemo y a Saulo de Tarso (ambos fariseos) entonces puede salvar a cualquier persona con estas características y más. Es Dios quien da vida a los muertos espirituales (Efesios 2:4-5).

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