La iglesia es el lugar donde muchos buscan consuelo, dirección y verdad. Sin embargo, en algunas congregaciones, la enseñanza de la Biblia se transforma en una carga insoportable en lugar de un camino de gracia. Esto ocurre cuando se presenta la Palabra de Dios no como una guía para vivir en relación con Él, sino como un estándar imposible de alcanzar para obtener Su aprobación. En lugar de alimentar la fe, estas enseñanzas generan un ciclo de culpa y desesperanza en los creyentes que, por más que se esfuercen, nunca se sienten lo suficientemente buenos. El resultado es una comunidad de creyentes agotados, inseguros y muchas veces atrapados en una depresión espiritual, convencidos de que jamás estarán a la altura de la exigencia divina que les imponen.
Cuando el problema “eres tú”
Imagina a Laura, una mujer que ha estado luchando con ansiedad. Acude a su pastor en busca de ayuda, esperando encontrar orientación y apoyo. En lugar de ello, el pastor le dice: “El problema es espiritual, no emocional ni físico. Si realmente confiaras en Dios, no estarías ansiosa”. Luego, le cita Filipenses 4:6-7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios… guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
Después de escuchar esto, Laura se siente aún peor. No solo sigue luchando con su ansiedad, sino que ahora también se siente culpable por no tener suficiente fe. Como “solución”, el pastor le da una lista de versículos para memorizar y repetir, como si fueran un conjuro mágico. Le dice que ore más, que ayune, que confiese sus pecados, que examine su corazón para ver qué está haciendo mal. Pero en ningún momento le habla sobre la necesidad de apoyo emocional, consejería o incluso ayuda médica si es necesario. En lugar de aliviar su carga, la aumenta.
Este tipo de respuesta es más común de lo que parece. A menudo, en entornos religiosos donde la espiritualidad se ve como la única dimensión del ser humano, los problemas de salud mental o emocional son desestimados o incluso estigmatizados. “Si estás deprimido, es porque tienes pecado en tu vida”; “Si tienes ansiedad, es porque no confías lo suficiente en Dios”; “Si sigues luchando con esto, es porque no oras lo suficiente”. Estas frases, lejos de traer sanidad, sumergen a las personas en un pozo más profundo de desesperanza y autoacusación.
Un uso abusivo de la Biblia
Este tipo de enseñanza es peligrosa porque:
- Ignora la complejidad del ser humano: Somos cuerpo, alma y espíritu (1 Tesalonicenses 5:23). Los problemas emocionales y físicos no siempre tienen una raíz espiritual. Hay enfermedades mentales reales que requieren tratamiento adecuado, no solo versículos bíblicos.
- Causa culpa innecesaria: En lugar de traer sanidad, refuerza la idea de que “no dar la talla” es sinónimo de no ser amado por Dios. Muchas personas terminan alejándose de la fe porque sienten que jamás podrán alcanzar el nivel de perfección que se les exige.
- Minimiza el amor y la gracia de Dios: Jesús nunca trató a los que sufrían con frialdad. En Mateo 11:28, dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” No les impuso más cargas, sino que les ofreció descanso y alivio.
- Distorsiona el propósito de la Biblia: La Escritura no es una lista de requisitos para ganarse el favor de Dios, sino una revelación de Su amor y redención. Efesios 2:8-9 nos recuerda que la salvación es por gracia, no por obras, para que nadie se gloríe.
Un mensaje de esperanza
Si alguna vez has escuchado que “el problema eres tú”, recuerda que Dios no te ama por lo bien que sigas una lista de reglas. Él te ama porque eres Su hijo. Su gracia es suficiente (2 Corintios 12:9), y no necesitas “ganarte” Su aprobación. No es tu perfección lo que te acerca a Dios, sino Su amor incondicional y Su misericordia.
Busca comunidades donde la verdad de la Biblia se enseñe con amor y equilibrio. Si una iglesia o un líder espiritual te hacen sentir constantemente insuficiente, cuestiona si realmente están reflejando el corazón de Dios. Recuerda que Jesús se acercó a los quebrantados, a los marginados, a los que se sentían indignos, y en lugar de acusarlos, los restauró.
Y si necesitas ayuda, no dudes en buscar apoyo en amigos, consejeros y profesionales que puedan caminar contigo en tu proceso de sanidad. Dios no es un juez implacable esperando que fracases; Él es un Padre amoroso que te sostiene incluso en tus momentos de debilidad. En Isaías 41:10, Dios promete: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
No estás solo. No eres un fracaso. Eres amado y sostenido por un Dios que entiende tu dolor y te ofrece Su paz.